jueves, noviembre 25, 2010

¡YO NO ME OFENDO POR DISPARATES!


El sabio ignora y no toma en cuenta la ofensa, porque le queda claro que su gozo y paz interior son mucho más importantes que un montón de palabras llenas de sandeces.


Gracias a Dios, que esto me ocurrió en una fase de mi vida, donde empezaba a aprender sobre la importancia de controlar las emociones y de no darle rienda suelta a todo lo que nos cruza por la mente, porque de lo contrario, hubiera esfumado a un par, con solo mirarlos de reojo.

Todavía luchando con unas cuantas libritas extras de mi último embarazo, ojerosa por las trasnochadas con la bebé , recuperándome del estrés que me causó la hospitalización de mi hija mayor y para colmo, a Dios se le ocurre mandar a buscar a mi querido padre . Al borde de una “Sirimba”-Termino caribeño para describir un cuadro crítico de fatiga, agotamiento.

En la funeraria me encontré con un amigo muy cercano a mi familia y antes de darme las condolencias, miren con lo que saltó, “Pero Sandy, ¿Qué te ha pasado? Tu si estás feíta (diminutivo de fea) con ese pelo corto”. Yo estaba pasando por tantas vicisitudes, que lo único que hice fue reírme e ignorar su alago. ¿Qué más podía hacer?

Unas horas más tarde, en el mismo lugar, una tía, a quien tenía más de una década sin ver, toda simpática me pregunta, “¿Cuántos meses de embarazo tienes? “ , “No, no estoy embarazada. Acabo de dar a luz hace unos meses”, le dije. “Pareciera que estás embarazada”, respondió.

¡Mi madre! ¡Cuánto glamour!

La diplomacia y los buenos modales parece que estaban de vacaciones ese día, porque me dieron hasta con el cubo del agua.

Hace unos meses tomé seriamente, la resolución de no ofenderme por disparates. No ha sido fácil, pero cada vez que me anoto un punto a mi favor, siento que mi equipaje se hace más liviano y llevadero.

Muchas veces le damos mucho color a las cosas y terminamos arruinando nuestro día por cosas simples que no merecen ser intercambiadas por nuestra felicidad, nuestra tranquilidad y paz interna.

Lo que a mí me pasó, fue algo chistoso, pero la verdad es, que muchas veces nos toca aguantar una clase de comentarios que le levantan el apellido al más pacifista. En ese momento debemos de pedirle a Dios que nos de sabiduría para no empeorar las cosas, porque las consecuencias de nuestra reacción, pueden convertirse en un arma mucho más dañina que la ofensa en sí.

“Mis queridos hermanos, tengan presente esto: Todos deben de estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse” Santiago 1:19

Enojarse es de humanos, pero en nuestro enojo, debemos de guardar el corazón de la otra persona y acercarnos a la vía del perdón lo más pronto posible, para evitar que raíces de amargura, división y justificación propia, invadan nuestro corazón y nos conviertan en seres resentidos y agrios.

Las fiestas y las reuniones familiares ya son oficiales, así que sería muy provechoso revestirnos de amor, paciencia y misericordia para darle paso a la armonía, crear relaciones saludables y disfrutar a nuestros seres queridos.

Toma la resolución, hoy mismo, de no enojarte por disparates.

¡Feliz Día de Acción de Gracias!

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