sábado, enero 20, 2018

JESÚS, YO TE CREO A TI



La gracia no es para ser razonada. La gracia es para ser recibida.


¿Cuáles son los “peros” que te impiden abrirle las heridas de tu corazón a Jesús?

Todas tenemos historias que preferimos leerlas en voz baja porque alguna vez nos hicieron sentir avergonzadas. También tenemos heridas que han tardado más de la cuenta en cicatrizar.

Hemos aprendido a sonreír cuando nuestro corazón llora —somos expertas en maquillar nuestros temores y el anhelo de ser amadas, valoradas y aceptadas tal como somos.

De manera sutil e inconsciente, muchas veces hemos puesto a Dios al nivel de nuestras experiencias dolorosas, y asumimos que Él nos va a tratar de la misma manera que otros lo han hecho.

¡Qué equivocadas estamos!


Cuando decidimos creerle a Dios en medio de nuestra vulnerabilidad somos abrazadas por la fuerza de su amor y su gracia.

 


La esencia de la gracia es que es gratuita e inmerecida. No hay nada que podamos lograr en nuestras propias fuerzas para ganarla o merecerla, porque es un regalo de Dios. Y no porque no haya costado nada, sino porque nosotros éramos incapaces de pagar tan alto precio. Sólo Jesús llenaba los requerimientos, y por amor decidió tomar nuestro lugar.

La gracia es Jesús mismo corriendo a nuestro encuentro en nuestro peor momento, no sólo para vestirnos de dignidad, sino también para echar la casa por la ventana, celebrando nuestro regreso.

La gracia es aquel que nos encuentra al punto de ser apedreadas, nos defiende y nos dice: “Vete y no peques más. Yo tampoco te condeno.”


La gracia rompe con todos los protocolos sociales y nos sorprende en el pozo de nuestra miseria con palabras de perdón, sanidad, restauración y nuevos comienzos.

 


Se necesita humildad para recibir lo que sabemos que no merecemos; fe, para abrazar la magnitud de la gracia otorgada; gratitud, para apreciarla, y misericordia para compartirla con otros.

No te sorprendas si a tu mente le cuesta digerir esta verdad tan maravillosa. Muchas veces podría ser vista como una difícil facilidad, simplemente porque es tan buena que confronta nuestros parámetros naturales.

 La gracia no se razona. La gracia simplemente se recibe. Y a medida que nos dejamos amar por Jesús, experimentamos la victoria que tanto hemos anhelado…poco a poco, paso a paso, disfrutando cada parte del camino, seguras en sus brazos, perdidas en su mirada.

 “Y como es mediante la bondad de Dios, entonces no es por medio de buenas acciones. Pues, en ese caso, la gracia de Dios no sería lo que realmente es: gratuita e inmerecida.”
 – Romanos 11:6 (NTV)

Amor y Gracia,

Sandy

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