sábado, julio 07, 2018

SI DEL CIELO TE CAEN LIMONES


Detrás de cada mujer valiente y determinada hay heridas y circunstancias que intentaron destruirla, pero sobre todo una historia de gracia que la hizo renacer.



Tener la última palabra puede que se sienta bien en el momento, pero mordernos la lengua y dejar que sea Dios quien nos defienda tiene repercusiones mucho más gratificantes.

No es fácil tragar en seco mientras la injusticia nos escupe la cara y se burla de nosotras.  Se siente feo cuando hemos puesto nuestra entera confianza en Dios, y las cosas en vez de mejorar, empeoran,

las relaciones acaban, 

las amistades se desgastan, 

la familia hiere,

 los hijos se van, 

la ansiedad nos visita, 

la tristeza nos sofoca,

 la salud se deteriora… en fin, la vida nos sorprende con patadas en las zonas más vulnerables de nuestro corazón.


Podemos ver nuestras situaciones sin esperanza como un callejón sin salida o como una oportunidad de ser abrazadas por la gracia y la gloria de Dios. 



Esperar en Dios en medio del valle de sombras no es una posición de comodidad y celebración, pero tampoco es una estación permanente. 

Si ponemos nuestras expectativas al nivel de Jesús y no al nivel de nuestros miedos, saldremos victoriosas —ya sea porque Dios nos librará de la dificultad o nos escoltará a través de ella. 

¡Con Dios siempre ganamos! 

Dios abrió el Mar Rojo para el pueblo de Israel.

Cerró la boca de los leones y Daniel salió ileso.

Estuvo con los tres jóvenes judíos —Sadrac, Mesac y Abed-nego— en el horno de fuego, y salieron intactos.

José fue prosperado en todo lo que hacía, simplemente porque Dios estaba con él, a pesar de haber sido vendido como esclavo por sus hermanos.

¿Cuál es tu historia?

Jesús te invita a creer.

Jesús te invita a cubrirte con Sus promesas.

Jesús te invita a descansar en Su regazo.

Jesús te invita a estar consciente de Su amor.

Jesús te invita a estar consciente de Su protección.

Jesús te invita a estar consciente de Su gracia.

Amiga, si del cielo te caen limones, recuerda que tu insuficiencia es suficiente en las manos de Dios. Así que sécate esas lágrimas y date permiso de ser feliz. 

…Y convertiré el valle de la desgracia en el paso de la esperanza. – Hosea 2:15

¿Te animas a decir amén conmigo?

¡¡Amén!!

Amor y gracia,

Sandy

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