viernes, julio 31, 2020

AMADA



Una cosa es saber que Dios nos ama y otra muy distinta creer que Dios me ama a mí.

 

Y es que desde niñas a muchas nos tocó escuchar algunos adultos decir cosas como:

Mira, pórtate bien, que a Papá Dios no le gustan los niños malcriados.

No hagas eso, Papá Dios te está mirando.

Papá Dios está triste porque la niña se está portando mal.

Obviamente, nos decían esto sin malicia alguna, pero cuando se crece en una sociedad donde se habla más de las cosas que a Dios no le gustan, que de la magnitud de su amor y misericordia, adoptamos patrones de creencias equivocados y dolorosos.

Muchos corazones heridos.

Muchos corazones hambrientos de tener un encuentro orgánico con Jesús,

Muchos corazones que se debaten entre la opinión de un Dios inflexible y apático, y el anhelo de un Dios amoroso, misericordioso y lleno de gracia.

 

¿Sabías que Jesús está más interesado en tu corazón que en modificar tu conducta?

 

Cuántas veces creemos conocer a alguien en base a la opinión de terceros, y después cambiamos de opinión y decimos: “Yo pensaba que fulano era pesado, pero es muy simpático y agradable”.

De igual manera, Jesús quiere que lo conozcamos por experiencia y no por referencia, y más si esa referencia no representa su carácter y esencia.

Si condena, no es Jesús.

Si te hace sentir indigna, no es Jesús.

Si te avergüenza, no es Jesús.

Desde antes de nacer conocía nuestras culpas y fracasos. Desde el vientre de nuestra madre su gracia bordó en el lienzo de su corazón nuestro rescate.

En sus manos nuestras heridas más profundas son tratadas con respeto y dignidad.

En su presencia no necesitamos pretender algo que no somos. Podemos acercarnos libremente sin temor al rechazo.

Bajo la bandera de su amor sanamos, crecemos y somos transformadas.

Poco a poco.

Un día a la vez.

Una promesa a la vez.

Porque cada pasito de fe cuenta.

Porque cuando nos sabemos amadas no hay nada ni nadie que impida que disfrutemos de las bendiciones que Dios ha reservado para cada una de nosotras.

Recuerda: La gracia y el amor de Dios superan cualquier experiencia dolorosa en tu vida.

“Aun si nos sentimos culpables, Dios es superior a nuestros sentimientos y él lo sabe todo. Queridos amigos, si no nos sentimos culpables, podemos acercarnos a Dios con plena confianza”. – 1 Juan 3:20-21 (NTV)

Amor y Gracia,
Sandy


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