jueves, diciembre 23, 2010

MIL RAZONES PARA CELEBRAR



“Dios quiere darte esperanza sin fin, no un fin sin esperanza” Barbara Johnson (1927 – 2007)



Cuando nos despedimos, me hubiera gustado haberle dado un abrazo y expresarle lo feliz que me hizo sentir, en los diez minutos que duró nuestro encuentro. Es que hay personas que tienen la gracia de transformar nuestras vidas sin mucho esfuerzo. ¡Qué mujer tan especial!.

La semana pasada, haciendo mis compras navideñas y mientras esperaba en una larga fila – propia de esta época del año – tuve la oportunidad de platicar con una señora, quien llevaba en su carrito, un libro de historia norteamericana, para su hijo. Ella estaba súper contenta, porque el libro estaba a buen precio y había encontrado el regalo perfecto.

En mis adentros pensé: Wow, ¿Y a quién se le puede ocurrir leer esa enciclopedia?. Y eso, que tengo pasión por los libros, pero de ahí a leerme una enciclopedia, ¡está de madre!......Luego entendí la razón.


Esta hermosa mujer irradiaba una felicidad contagiosa y una paz envidiable. ¡No era para menos, después de la historia que me hizo!

Me contó que había llegado a Miami desde Cuba, con su hijito de apenas cuatro años. Le tocó trabajar duro para darle una educación y una vida digna. Pero un día su hijo la sorprendió con la noticia, de que quería ser parte del U.S. Army. No conozco a ninguna madre que brinque de la alegría con esta noticia, pero siempre terminamos apoyando el sueño de nuestros hijos.

La pasión de este joven por ayudar a los demás, lo llevó a participar en dos guerras, dejando a su madre con el corazón en un hilo y varias navidades sin su compañía. En esos momentos, donde un pedazo de su corazón era perseguido por la sombra de la muerte, su oración a Dios siempre fue la misma:

“Señor , te pido que me devuelvas a mi hijo vivo. Aunque sea con una pierna o un brazo menos, pero vivo”

Le tocó asistir a funerales de otros soldados, que perdieron la vida en combate, pero su corazón estuvo anclado en Dios y trataba de no perder la esperanza, de tener a su hijo de vuelta en casa.

Dios no solo le devolvió a su hijo vivo, sino, que por éste, haber perdido parcialmente la audición, en uno de sus oídos, no puede volver a participar en ninguna otra guerra.

“Lo prefiero un poco sordo, que muerto”, me dijo.

Actualmente este valioso soldado está cumpliendo otro de sus sueños : Estudiar Psicología , para ayudar a sus compañeros que regresan de la guerra .

"¡Feliz Navidad!”, le dije, cuando me despedí. Me hubiera gustado haberle dado un abrazo y expresarle lo feliz que me hizo sentir, en los diez minutos que duró nuestro encuentro

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