Mis momentos más
bajos son la plataforma usada por Dios para promoverme, restituirme,
fortalecerme y derramar su gracia sobre mí.
Muchas veces nos
imaginamos la victoria como una experiencia de aplausos y celebración; de
música, palabras de afirmación y un derroche de admiración.
Visualizamos a
una mujer vestida de guerrera, con botas y una espada ceñida a la cintura; con
mirada firme, dispuesta a llevarse por delante cualquier obstáculo que obstruya
su camino.
Y aunque esas
imágenes despiertan nuestra fuerza interna y nuestro anhelo de algún día
encontrarnos en esa posición, lo cierto es, que la verdadera victoria muchas
veces no se ve, no se siente y no necesariamente se perfila en ese marco.
Ser valiente no
significa dejar de sentir temor. Ser fuerte no anula la vulnerabilidad de
nuestras emociones, la necesidad de llorar hasta que la nariz se nos ponga como
un bombillo y los ojos como semáforo en rojo.
Es posible ser valiente, fuerte, vulnerable y sensible—todo al mismo tiempo.
David derrotó a
Goliat con una onda y unas piedrecitas de rio…la mujer que llevaba doce años
padeciendo un flujo de sangre, encontró su sanidad tocando por detrás el manto
de Jesús… María Magdalena encontró perdón y gracia tirada en el suelo llorando
a los pies de Jesús…María, la hermana de Marta, se llevó la mejor parte,
olvidándose de todos su quehaceres y preocupaciones mientras disfrutaba de la compañía
de Jesús.
Hay dos tipos de
victorias: la que todo el mundo ve y aplaude, y la que se logra internamente en
la privacidad de nuestro día a día a los pies de Jesús.
La que se libra cuando nos sentimos menos que
nada, cuando queremos darnos por vencidas, cuando creemos que Dios se puso unos
audífonos y unos lentes oscuros para ignorarnos, pero a pesar de todo validamos
Sus promesas por encima de todas las voces que compiten en nuestro interior. Cuando
la duda y temor hacen todo lo posible por ahogar nuestra fe, pero seguimos
creyendo , confiadas a los pies de Jesús.
El hombre tiene limitaciones, pero nosotros tenemos un Dios que es abundantemente ilimitado.
– Joseph Prince
Ser valiente es
sentir temor y seguir reposando en Dios. Ser fuerte es querer tirar la toalla y seguir esperando y creyendo, aunque tus sentimientos viajen en vía contraria
a tu fe… porque sí, porque Dios me ama, porque Dios es fiel, porque sus planes
superan mis expectativas, porque Dios siempre cumple sus promesas, porque su
poder se hace fuerte en mi debilidad.
Cada vez él me
dijo: “Mi gracia es todo lo que necesitas; mi poder actúa mejor en la debilidad”.
Así que ahora me alegra jactarme de mis debilidades, para que el poder de
Cristo pueda actuar a través de mí. – 2 Corintios 12:9
¡Hay belleza en
mi fragilidad!
Feliz Semana,
Sandy