Jesús, aunque el
mundo vaya a mil por hora, decido refugiarme en la quietud de tu presencia, en la
dulzura de tu voz y en la paz que tus palabras me infunden.
Hoy más que
nunca siento la necesidad de desconectarme de las constantes demandas de mi
mundo externo y retomar el control de mis prioridades. Lo demás puede esperar.
Hoy más que
nunca necesito ver mi valor a través del brillo de tu mirada. Bailar sin vergüenza
ni complejos al ritmo de tu aprobación —perdida en tu sonrisa, segura en tu gracia, respaldada por tus
promesas. Lo demás es irrelevante.
Hoy más que
nunca necesito ser yo misma. Reencontrarme con mis pasatiempos favoritos sin
importar cuan infantiles podrían sonar para otros. No sé, se me ocurre ver
caricaturas hasta que los ojos se me pongan como dos huevos fritos y mi corazón
suelte unas carcajadas como si nunca hubiera sabido de tristezas, decepciones y
fracasos. Lo demás importa poco.
El gozo está en el viaje, no en puerto de llegada.
Hoy más que
nunca necesito dejar de preocuparme por llegar a la meta. ¿Cuál es el afán? Prefiero disfrutar del crecimiento que hay en
el camino—los pequeños pasitos de progreso, los pequeños saltitos de fe, las
pequeñas victorias— Pero sobre todo, la riqueza de tu presencia, la grandeza de
tu amor, el poder de tu Palabra, la ternura de tu mirada, la suavidad de tu
abrazo, en fin, todo tú. Lo demás es lo demás.
Hoy más que
nunca necesito tomarme una taza de café, sin apuros ni responsabilidades.
Disfrutar del arte de no hacer nada, estar presente y degustar cada sorbito
como si fuera el primero. Lo demás puede esperar.
Hoy más que
nunca quiero ver el éxito a través de tus ojos, Jesús. Intercambiar mis sueños
por los que tú me ofreces, aprender a defender mi tiempo contigo y valorar
sobre todas las cosas el regalo de tu compañía. Lo demás depende de este
momento.
Hoy más que nunca
decido quitarme los patines, respirar profundo, reenfocar mis prioridades y ser
feliz.
Ustedes se
salvarán solo si regresan a mí y descansan en mí. En la tranquilidad y en la
confianza está su fortaleza. – Isaías 30:15 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy