Cuando oro con
la certeza de que Jesús me escucha con amor, paciencia y comprensión, se me
hace más fácil desempacar las heridas y las cargas de mi corazón ante él.
Jesús te ama
muchísimo más de lo que tu mente humana puede procesar.
Muchas veces, hasta
por instinto, tratamos de encajar a Dios en nuestra humanidad y asumimos que su
amor hacia nosotras está condicionado a nuestra buena conducta —si me porto
bien, me amas; si me porto mal, estás enojado conmigo—. ¡Nada puede estar más
lejos de la verdad! Jesús no sólo nos ama sin condiciones, sino que también nos
ama de manera única e individual.
Dios no
solamente ama al mundo, Dios también te ama a ti, con todos tus defectos, con
todas tus virtudes, con todos tus errores, con todas tus victorias.
No hay nada en
la historia de tu vida que sea sorpresa para Dios. No hay herida, fracaso ni
mala decisión que lo aparte de tu lado y lo haga amarte menos.
Lo dejó muy
claro en la parábola de las cien ovejas —Él deja a
las noventa y nueve para ir en busca de ti.
Fue preciso en
la historia del hijo prodigo —sale a tu encuentro, te recibe con un derroche de
amor y algarabía, te viste de justicia, y celebra por todo lo alto tu regreso.
¡Así de valiosa
y especial eres para Dios!
En Su amor nuestras heridas son cosidas con hilo de gracia—favor gratuito e inmerecido de Dios—.
En la revelación
de Su amor descubres que no eres tus errores y que no eres definida por tus
fracasos. Su gracia redime cada capítulo doloroso, cada una de tus lágrimas, y
reescribe el libreto de tu vida con tinta de misericordia.
A Jesús te
encanta pasar tiempo contigo. Le gusta escucharte hablar con sinceridad y ver como
desempacas las heridas de tu corazón sin temor a ser rechazada. Entiende a la
perfección el lenguaje y la elocuencia de tu silencio.
¡Sin lugar a
duda Jesús conoce tu corazón!
Acércate con
confianza…salta a Sus brazos con la ingenuidad y seguridad de una niña
… ¡Él te sostiene! ¡Él te abraza! ¡Él te aprueba! ¡Él Te ama!
… Jesús se puso de pie y exclamó: ― ¡Si alguno tiene
sed, que venga a mí y beba! De aquel que
cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. – Juan 7:37-38
Amor y gracia,
Sandy