Un corazón
vulnerable que corre a los brazos de Jesús siempre encuentra sanidad, dirección
y reposo.
¿Alguna vez le
has enseñado los verdaderos colores de tu corazón a Jesús?
Obviamente, él
los conoce, aunque no articulemos ninguna palabra, pero muchas veces, aunque quisiéramos
hacerlo, no lo hacemos por temor a ser rechazadas.
Yo,
personalmente, me cansé de esconderme detrás de palabras rebuscadas y de pretensiones
que lo único que hacen es alejarme más y hacerme sentir hipócrita, cuando en
realidad Jesús espera total transparencia —sin censura ni caretas decoradas con
refranes religiosos
—.
Con la entrega
de Maria Magdalena, quien, contra toda crítica y opinión adversa, se postró a
los pies de su Salvador. En ese momento las palabras salieron sobrando, pero el
llanto interno de su corazón fue intercambiado por sanidad, libertad y
propósito.
¿Qué hubiera
pasado si ella en vez de recibir lo que Jesús le ofrecía se hubiera enfocado
más en sus sentimientos encontrados, en sus circunstancias y en las voces de
sus críticos?
¡Pero no fue
así! Por esa razón, su historia sigue siendo relevante, fresca e inspiradora
para cada una de nosotras.
Con todas mis imperfecciones y necesidades puedo venir sin miedo a la presencia de Jesús y descubrir su amor por mí. – Joseph Prince
Por encima de
sus errores, por encima de su pasado, por encima de sus fracasos, por encima de
sus malas decisiones, por encima de sus limitaciones, por encima de sus acusadores,
decidió desempacar a través de cada lágrima derramada, las heridas más
profundas de su corazón. ¿Y sabes qué? Encontró la libertad y el gozo que tanto
había anhelado.
Amiga, no importa que tan bajo hayas caído, la gracia y el
perdón de Dios te abrazan llevándote a puerto seguro.
Su perdón es más
grande que la suma de todos tus pecados.
Su amor es más
fuerte que todos tus temores.
Su gracia es más
poderosa que todas tus malas decisiones.
Su misericordia
es más inmensa que todos tus fracasos.
Jesús no te pide
que cambies. Te pide que le permitas abrazarte en tu condición actual. ¡Su amor
se encarga del resto!
Muéstrale los
verdaderos colores de tu corazón, sin pretensiones ni palabras rebuscadas, y
recibe el abrazo de su amor, aceptación y restauración.
Así que
acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí
recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando
más la necesitemos. – Hebreos 4:16
Amor y gracia,
Sandy