sábado, mayo 26, 2018

LOS VERDADEROS COLORES DE MI CORAZÓN


Un corazón vulnerable que corre a los brazos de Jesús siempre encuentra sanidad, dirección y reposo.


¿Alguna vez le has enseñado los verdaderos colores de tu corazón a Jesús?

Obviamente, él los conoce, aunque no articulemos ninguna palabra, pero muchas veces, aunque quisiéramos hacerlo, no lo hacemos por temor a ser rechazadas.

Yo, personalmente, me cansé de esconderme detrás de palabras rebuscadas y de pretensiones que lo único que hacen es alejarme más y hacerme sentir hipócrita, cuando en realidad Jesús espera total transparencia —sin censura ni caretas decoradas con refranes religiosos —.

Con la entrega de Maria Magdalena, quien, contra toda crítica y opinión adversa, se postró a los pies de su Salvador. En ese momento las palabras salieron sobrando, pero el llanto interno de su corazón fue intercambiado por sanidad, libertad y propósito.

¿Qué hubiera pasado si ella en vez de recibir lo que Jesús le ofrecía se hubiera enfocado más en sus sentimientos encontrados, en sus circunstancias y en las voces de sus críticos?

¡Pero no fue así! Por esa razón, su historia sigue siendo relevante, fresca e inspiradora para cada una de nosotras.


Con todas mis imperfecciones y necesidades puedo venir sin miedo a la presencia de Jesús y descubrir su amor por mí. – Joseph Prince

 


Por encima de sus errores, por encima de su pasado, por encima de sus fracasos, por encima de sus malas decisiones, por encima de sus limitaciones, por encima de sus acusadores, decidió desempacar a través de cada lágrima derramada, las heridas más profundas de su corazón. ¿Y sabes qué? Encontró la libertad y el gozo que tanto había anhelado.

Amiga, no importa que tan bajo hayas caído, la gracia y el perdón de Dios te abrazan llevándote a puerto seguro.

Su perdón es más grande que la suma de todos tus pecados.

Su amor es más fuerte que todos tus temores.

Su gracia es más poderosa que todas tus malas decisiones.

Su misericordia es más inmensa que todos tus fracasos.

Jesús no te pide que cambies. Te pide que le permitas abrazarte en tu condición actual. ¡Su amor se encarga del resto!

Muéstrale los verdaderos colores de tu corazón, sin pretensiones ni palabras rebuscadas, y recibe el abrazo de su amor, aceptación y restauración.

Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos. – Hebreos 4:16

Amor y gracia,

Sandy