Podemos ver nuestras
situaciones sin esperanza como un callejón sin salida o como una oportunidad de
ser abrazadas por la gracia y la gloria de Dios.
Un hombre tenía
como costumbre salir temprano cada mañana a caminar a la orilla de la playa. Un
día, mientras contemplaba la salida del sol se acercó a conversar con el faro —protagonista de grandes tempestades, héroe de miles de embarcaciones, espectador de hermosos paisajes que representan la grandeza y la creatividad de
Dios.
__ ¿Cuál es la
magia? ¿Cómo puedes mantenerte de pie
todo el tiempo?
__ Amigo, no
creo en magia ni en golpes de suerte. Creo en propósito, en destino y en la
gracia de Dios.
Por mucho tiempo
cuestioné mi valor, mi atractivo, mi importancia. Quise ser embarcación para
conocer nuevos lugares, quise ser gaviota para volar alto y experimentar la
libertad, pero todo mi esfuerzo fue en vano.
En medio de mi
inconformidad y desesperación le pedí a Dios que cambiara mis circunstancias… estaba
emocionalmente gastado, me sentía estancado y sin rumbo. Pero Dios me respondió
revelándome mi identidad en Él —lo amado y valioso que soy ante sus ojos,
independientemente de mis fracasos e imperfecciones.
Me hizo entender
que mis debilidades y mis áreas de mayor vulnerabilidad son terreno fértil para
que su gracia y su poder se manifiesten en mi vida.
Al principio me
costó mucho recibir sus demostraciones de amor y aceptación, pero ¿quién puede
negarse? Sus palabras de paz y restauración conquistaron mis heridas más profundas,
y a aún siguen haciendo eco en cada rincón de mi mente, de mi corazón y mis
emociones.
Desde entonces,
no pretendo ser lo que no soy, no me comparo con nadie ni pierdo la esperanza
en medio de las tormentas que azotan mi vida. Mi propósito es estar aquí, a la
orilla del mar, brillando.
¡Quien tiene a Dios lo tiene todo y mucho más!
Su gracia le da sentido a cada capítulo de mi historia y restituye cada una de mis lágrimas.
Amiga, al igual
que el faro, nuestra oración no debería ser un cambio de circunstancias, sino
una revelación fresca del amor y la gracia de nuestro Señor Jesucristo, lo cual
pone todo lo demás en la perspectiva correcta.
Poco a poco,
paso a paso… regando nuestra semilla de fe con sus promesas, creyendo por
encima de lo que sentimos…cerquita de Jesús, llorando en su regazo, seguras en
su abrazo.
Y sin darnos cuenta llega el día donde las
olas de la adversidad no intimidan tanto y terminan transformándose en la pista
de baile donde es revelado nuestro propósito y nuestro destino.
¡Así de especial
es Jesús con nosotras!
“… y convertiré
el valle de la Aflicción en una puerta de esperanza”. – Oseas 2:15
Amor y gracia,
Sandy