Muchas veces el
paso de fe que Dios espera de mí es que acepte su gracia, suelte la carga y
disfrute de su amor.
Hoy necesito
pensar en mí.
Tendré paciencia
conmigo misma.
Abrazo mi
presente y las circunstancias que me rodean.
Escucho
detenidamente mis sentimientos.
Lloraré si es
necesario y no me excusaré por mi vulnerabilidad.
La sanidad florece en el corazón que rinde sus heridas a Jesús.
Hoy necesito
pensar en mí.
Pongo en pausa
las opiniones de los demás,
sus
expectativas, sus consejos buenos o malos, y hasta sus buenas intenciones.
Me niego a
sacrificar mi imperfección en el altar de su aprobación.
Prefiero
ofrendarla a Dios, esperar, descansar en su amor por mí.
Permito que su
belleza brille a través de las heridas más profundas de mi corazón,
aunque duela,
aunque tarden en cicatrizar.
¡Su amor es mi
refugio seguro!
Hoy necesito
pensar en mí.
Me doy permiso
de revaluar todo lo que perjudica mi estabilidad emocional.
A través del
regalo de la oración suelto todo lo que está fuera de mi control.
Doy un paso de
fe.
Espero en Jesús.
Le confío las
cargas que hacen lento mi caminar.
Me refugio en su
abrazo.
Me regala su
mejor sonrisa.
Hoy necesito
pensar en mí.
Me conecto con
el silencio,
escucho la
elocuencia de su voz.
Mis cargas se
sientes menos pesadas.
Su perspectiva
alimenta mi fe.
Puedo ver más
allá de mis limitaciones humanas.
Su amor renueva
mis fuerzas.
Me siento plena,
segura, reposada.
Hoy necesito
pensar en mí.
Me rindo a su
amor. Puedo sanar.
Recibo su amor.
Puedo crecer.
Camino en su
amor. Puedo florecer.
“¡Levántate y
resplandece, que tu luz ha llegado!” – Isaías 60:1
Amor y Gracia,
Sandy