Con el tiempo aprendí que la felicidad es más que aplausos y celebración.
Dicen que la
felicidad toma café y que conversa con el silencio mientras contempla el
amanecer.
Que conoce la
personalidad de cada una de sus plantas. Las mima con palabras de afirmación,
consciente de que son receptivas a su amor y cuidado, y aunque algunos se ríen
de lo que hace, francamente, parece no importarle. Más bien, suspira y sonríe
en total admiración cuando las ve florecer y moverse en perfecta armonía.
Se comenta que
le gusta hablar sola y que se ríe a carcajadas recordando anécdotas locas o
sucesos que en su momento la ridiculizaron, pero que ahora lo percibe como un gran
disparate.
El gran dilema ocurre cuando está en un lugar
público o en un grupo de personas desconocidas, y de repente, los recuerdos
aterrizan sin pedir permiso. Le toca hacer malabares para tragarse las risitas y no dejar la impresión equivocada.
También, la han visto
llorar. Dicen que llora por todo, que es muy sensible, pero ella lo mira como
una de sus mayores fortalezas, ya que no todos tienen la facilidad de expresar
sus emociones de esta manera.
Que le gusta
perderse en sus libros, soñar despierta con el cumplimiento de sus sueños y
escuchar canciones de Pavel Nuñez los sábados en la tarde.
Cuentan, que se
viste de sencillez y le encanta el rock en español. Que no le da pena cantar en
el carro a todo pulmón canciones de Maná y Ricardo Arjona, principalmente,
cuando la luz está roja. Los que van con ella se sonrojan, piensan que hay que
ajustarle uno que otro tornillo, sin embargo, su respuesta siempre es la misma:
“Quien se atrevió a florecer en el pantano,
aprendió a encontrarme en lo simple y cotidiano…
En el aroma a
café recién colado, en un bonito recuerdo de infancia, en una charla con el
silencio, en la luna llena, en las orquídeas de la ventana…
En el cariño
incondicional de los perros, en el ronroneo de los gatos, en el olor de la
grama recién cortada, en la sonrisa sincera de un niño, en la llamada de un
familiar querido…”.
Y es que la
felicidad no es un puerto de llegada, sino la valiente decisión de serlo justo
en medio de las circunstancias que nos rodean. No necesariamente con sonrisas y
celebración, sino con la esperanza de que algún día estas aguas pasarán y lo
mejor viene de camino.
La felicidad
sale a tu encuentro cada día. Si prestas un poquito de
atención sentirás su compañía y su abrazo.
“Me has dado más
alegría que los que tienen cosechas abundantes de grano y de vino nuevo”. Salmo
4:7 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy