¡Qué linda la mujer que ha aprendido a verse en constante evolución, y no como punto final!
Muchas lágrimas derramadas, oraciones aparentemente no contestadas, perdida
en mis razonamientos, ahogada en mis dilemas.
Aquí, en este oscuro pantano, me enseñaste a desvestir mi historia sin
temor a ser juzgada, a ver mis lugares rotos a través de tus ojos de amor y
compasíon.
Tu gracia bordó una frisa calientita de nuevos comienzos. Me escuchas, me
entiendes, me acurrucas en tu regazo.
Aquí, en este incómodo lugar, aprendí que la sabiduría florece en aquellos
que se atreven a ver las angustias propias de la vida como valiosas
oportunidades de transformación.
Fácil decirlo, más no vivirlo, sin embargo, en la calidez de tu abrazo
siento paz. Sé que todo estará bien, que lo mejor se revela en cada pisada de fe,
así sean pasitos temblorosos.
Como Flor de Loto, florezco justo donde he sido plantada.
Abrazo mi vulnerabilidad.
Siento mis emociones a todo color, sin juzgarme.
Ajusto mis velas, te entrego el timón y me permito descansar.
Segura de que tu fidelidad, como siempre, me llevará a puerto seguro.
Así de relevante es el amor de Dios en nuestros desiertos.
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Amor y gracia,
Sandy