sábado, mayo 19, 2018

LA BELLEZA DE UN CORAZÓN IMPERFECTO


Tal vez no puedas ver a Jesús a través de tus lágrimas, pero él puede verte. - Rick Wilkerson Jr.



Fue uno de esos días donde uno articula en frustración e impotencia frases como:

¡Dios mío, ten misericordia de mí!

¡Una cosa más y paro en loca!

¡Señor, dame sabiduría!

¡Me va a dar algo!

OMG!

A mis cuarenta y siete primaveras lo único que me hubiera gustado hacer era llorar hasta exprimir cada lágrima y un abrazo de mi mamá. Sin embargo, aunque mis emociones hubieran querido navegar en esa dirección, no era lo más sabio ni lo más prudente en ese momento. 

¡Claro! el abrazo de mi mamá siempre ha sido el antídoto perfecto, pero cruzar el Mar Caribe y regresar a tiempo para buscar a la niña de la escuela era una hazaña un poco complicada.


Así que terminé en un restaurante de comida rápida, de esos que sirven cajita feliz. Hacía rato que no iba —probablemente, bajo otras circunstancias no hubiera sido mi primera elección— sin embargo, Dios sabe todas las cosas.


Me senté en una mesita donde pegaba el sol. Hacía mucho frio, tenía mucha hambre y necesitaba relajar mi mente, la cual insistía en correr muchísimo más rápido que mi corazón. 

Mientras saboreaba mis papitas noté a una hermosa joven sentada en la mesa frente a mí.Tenía su celular en la mano. Asumo que estaba intercambiando mensajes de texto no muy placenteros, ya que fui testigo de una que otra lágrima rodando por sus mejillas. 

Lo vi todo como en cámara lenta, y aunque me hubiera gustado hacerme la loca y desentenderme del tema, me fue imposible. 

Tú sabes lo complicado que ha sido mi día. Sabes perfectamente que soy un poco introvertida. Además, mi nivel espiritual está en negativo. ¿Qué esperas de mí? ¿Qué me acerque a su mesa y la ayude? Lo mínimo que va a pensar es que a mí me falta un tornillo o que soy una metiche —le dije a Jesús—. Sin embargo, eso era exactamente lo que él requería de mí.

Desde ese momento perdí el apetito, y cuando me vine a dar cuenta ya estaba parada enfrente de su mesa.


No es nuestra habilidad lo que nos califica, sino la belleza de un corazón, obediente, humilde e imperfecto.

 



Hola, tú no me conoces, pero te veo un poco triste, ¿te gustaría hablar conmigo? —le pregunté—.

—me respondió—. Casi me desmayo al ver que Dios había hecho todo el trabajo y yo simplemente era una servidora.

Hazte de cuenta que yo soy como tu mamá. Puedes hablarme con confianza. —Continué—.

Yo estaba súper nerviosa, pero a medida que ella desempacaba su herido corazón, el amor de Jesús tomó control de la situación, y ambas fuimos bendecidas.

Amiga, muchas veces pensamos que Dios no puede usarnos hasta que nuestras circunstancias mejoren, cuando en realidad la puerta hacia nuestra libertad se encuentra en ser instrumentos de su amor y de su gracia precisamente cuando nuestro mundo está patas arriba.

Nos levantamos, levantando a otros.

No importa que tan doloroso sea tu proceso, siempre habrá alguien necesitando una sonrisa, unas palabras de aliento, unos oídos pacientes y una taza de café.

Es mi deseo que experimenten al amor de Cristo, aun cuando es demasiado grande para comprenderlo todo. Efesios 3:19

Amor y gracia

Sandy

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