Cuando el coloso huracán Andrew impactó el sur de la Florida en el 1992, nunca olvidaré aquella palmera que logré ver por la ranura de la puerta que daba a la calle. Su tronco tocaba el piso en todas las direcciones posibles mientras se defendía de la dureza con la que era golpeada por los furiosos vientos de 175 millas por hora.
Mi gran temor era que callera encima del techo de la casa, pero a pesar de los azotes, volvía a levantarse una y otra vez como si su tronco fuera de goma. Jamás había visto tanta flexibilidad.
A la mañana siguiente, la impresión fue devastadora, todo estaba destruido. Casas desaparecidas, letreros en el piso, arboles inmensos volados de raíz, carros arruinados, pero para sorpresa de todos, la palmera estaba ahí. Había perdido todas sus hojas pero su tronco estaba en pie de guerra, como queriendo decir Lo logré aún estoy aquí
Cuando conocemos el propósito individual y perfecto que Dios tiene con cada una de nosotras y caminamos con la seguridad de que somos importantes, amadas y especiales para El, es cuando realmente nuestra vida cobra sentido.
Nuestra identidad no está basada en las cosas que hacemos, sino en quienes somos en Jesús. Es a sus pies donde nos sentirnos completas y realizadas. Es en la magia de su presencia donde somos equipadas para vencer nuestras batallas y donde recibimos la aprobación de nuestros sueños más anhelados.
Dios te ha creado para que seas como las palmeras, con una visión amplia capaz de mirar por encima de las circunstancias y mantener la paz porque sabes que sus propósitos para contigo son perfectos.
Enfrenta los tiempos difíciles con valentía, porque aunque duelan sabes que eres espectador de ver una vez más la mano de Dios obrar a tu favor.
Las palmeras no se intimidan ni se rinden ante la adversidad, al contrario, se mantienen de pie en todo momento, creciendo a través de los embates, porque con Dios, en medio y después de la tempestad reina la calma.
Así que cuando te pregunten ¿Cómo estás?, la respuesta es, Tranquila y Tropical.
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