jueves, mayo 26, 2011

SOMOS LLORONAS PERO NO COBARDES




El llanto no es sinónimo de debilidad. Es la fascinante expresión de un corazón sensible a la dulce voz de su creador.



¿Que la mayoría de las mujeres somos susceptibles? Sí. ¿Que las mujeres somos lloronas? También. ¿Qué somos llenas de vericuentos y angustias? Es verdad. A ratos somos un poco dramáticas y exageradas…a lo mejor. Sin embargo, es esa condición lo que nos hace diferentes al pragmatismo de género masculino.

No es fácil para nosotras las mujeres aguantar un dolor profundo. La boca tiembla, los ojos se ponen vidriosos, se nos quebranta la voz… y el nudo aquel de la garganta duele. No es fácil contenerlo.

En la vida se presentan situaciones inesperadas que nos causan mucho dolor.Pero es importante tener claro que cada momento de aflicción es una oportunidad más para crecer, para confrontar nuestras debilidades, para fortalecer nuestra fe.

Dios conoce nuestro corazón, nuestras lágrimas derramadas con razón o sin ella. Conoce nuestro pasado, nuestro presente y todos nuestros temores. Pero eso no justifica que seamos porcelanas que al mayor golpe se rompan. Una cosa es ser sensible y otra muy diferente es ser cobarde.

Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas. Josué 1:9 (NVI)

Ahora bien, ¿Que ganamos con llorar y no hacer nada? No podemos darnos el lujo de caer en esa trampa. La clave está en llorar, aceptar que lo que estamos viviendo es doloroso y difícil. Pero al mismo tiempo es nuestro deber orar, pedir sabiduría, confiar plenamente en Cristo y tomar las riendas de nuestra angustia. ¿Cómo? Simple. Haciendo nuestra parte y dejar que Dios se encargue del resto.

Pero tú, Señor me rodeas cual escudo; tú eres mi gloria; ¡tú mantienes en alto mi cabeza! Salmo 3:3 (NVI)

Dios nunca nos abandona. ¡Arriésgate a creer!


Autor: Linda Alicea
Barista Invitada de la semana