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Cada paso de fe, cada buena actitud, cada reacción
correcta, cada pensamiento alineado, cada prueba superada, son tragos de
victoria que refrescan nuestra alma y expanden nuestro terreno.
¿Alguna vez te has tomado un trago de zumo de limón?
De sólo pensarlo se me aguan los ojos y me da dentera. Ahora bien, si lo
diluimos en agua, le añadimos azúcar, frutas frescas, mucho hielo, y lo
servimos en una copa, automáticamente se me endulza la boca y la frescura se
hace presente.Y a ti ¿te pasa lo mismo?
No todas las limonadas son iguales; hay limonadas
amargas, hay limonadas desabridas, hay limonadas agrias, y otras que saben a
cualquier otra cosa, menos a limón… En nuestras vidas pasa exactamente lo
mismo. Me explico:
Dios, es el árbol limonero, es la fuente de vida, la
razón de nuestra existencia. Las flores de azahar –propias del árbol,
representan la vida en abundancia que Dios nos ofrece.
Abundancia: riqueza, exuberancia, fertilidad, demasía,
raudal, exceso.
Los limones, simbolizan las bendiciones de Dios para
todos aquellos que caminan en su huerto…
¿Y la limonada?
La limonada es el resultado de lo que cada quien
decide hacer con su vida. Cada día tenemos la opción de avanzar o de
retroceder; de crecer o de quedarnos estancados; de condenar o de perdonar; de afligir o de alentar;
de edificar o de arruinar; de aferrarnos a la palabra o de rendirnos ante
nuestros temores y aflicciones ; de enfocarnos en nuestras debilidades o de
refugiarnos en el poder de Dios.
Prueben y vean que el Señor es bueno. Salmo
34:8 (NVI)
Te motivo en este día a hacer de tu vida una
limonada que refresque, que inspire, que restaure, que endulce, que transforme,
que anime, que alegre -primeramente a ti, y luego a todos aquellos que se
crucen en tu camino.
¡Salud!
Feliz y Productiva Semana,
Sandy