Foto: Heather - Creative Commons |
La Gracia de Dios nos envuelve en nuestro momento de
mayor necesidad -cuando menos la merecemos.
¿Qué sentido tiene lavar el carro el mismo día que
lo llevas al car wash?... ¿A quién se le ocurre lavarse la cabeza, hacerse
rolos y pasarse la plancha antes de ir a la peluquería?... ¿Quién se asea antes
de bañarse?... Entonces, si tu respuesta a todas las anteriores fue: “a nadie
se le ocurre hacer eso”, ¿por qué creemos que para acercarnos a Dios tenemos
que tener nuestro interior inmaculado y nuestra vida envuelta en un marco de
perfección?
¿No vino Jesús a buscar a
los que estaban perdidos y a los que necesitaban su ayuda?
Desde siempre planifiqué mi vida desde un marco de
perfección —terminar mi carrera universitaria, casarme con mi novio de siempre,
tener una familia tan linda como la serie de televisión La Tribu Brady y ser feliz por siempre.
Mi realidad fue otra:
terminé mi carrera en la uni, me casé con mi príncipe azul y las cosas no
marcharon de acuerdo a lo planificado. Mi matrimonio terminó en divorcio y por mucho
tiempo viví en la urbanización “La embarraste, esquina perdiste la oportunidad.”
No hay decisión tan incorrecta que Dios no pueda reparar ni pecado tan vergonzoso que la sangre de Cristo no pueda redimir.
Así que guardé mis sueños y anhelos en el baúl de
los recuerdos… pero la gracia de Dios salió a mi encuentro en mi momento de
mayor necesidad, cuando menos la merecía (por lo menos así me sentía)
La vergüenza fue mi amiga de cabecera, la
culpabilidad mi segunda voz y mis temores, mi lugar seguro. Hasta que acepte la
propuesta de un duchazo de amor.
Cuando desnudas tus heridas, fracasos, vergüenzas, debilidades y temores ante Dios, Él te viste de favor, amor, valentía y dignidad.
Dios no nos exige perfección, sino la simpleza de un corazón sincero. Con
paciencia y ternura venda nuestras heridas, recicla nuestras derrotas y nos
acompaña en el viaje, rumbo a conquistar nuestro destino.
Amiga, no importa en la condición en que te
encuentres, la gracia de Dios salió a tu encuentro y quiere ducharte de amor,
vestirte de dignidad, y devolverte tu identidad. Lo único que tienes que hacer
es aceptarla. Jesús pagó el precio de tu libertad con su
sangre.
Dios me regaló un nuevo comienzo. Mi príncipe imperfecto encontró a su princesa
imperfecta y juntos tienen una hermosa familia imperfecta de cuatro. ¡Dios
cumple los anhelos de nuestro corazón!
¡Eres libre para comenzar otra vez y nada ni nadie
puede impedirlo!
Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas…no serán condenados los que en Él confían.
Salmo 34:19, 22
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Feliz Semana,
Sandy