sábado, octubre 14, 2017

BELLEZA EN MI FRAGILIDAD




Nuestros momentos más bajos son la plataforma usada por Dios para recordarnos que los milagros sí existen, y que para él no hay nada imposible.


¿Cómo visualizas la victoria?

Bueno, lo normal es una experiencia de aplausos, celebración, lágrimas de felicidad, música, brindis y la sensación de que estás en la cúspide de la bolita del mundo.

Algo que vemos mucho en fotos inspiracionales, es a una mujer vestida de guerrera, con botas, espada ceñida a la cintura, con mirada firme, dispuesta a llevarse por delante cualquier obstáculo que obstruya su camino.

Y aunque esas imágenes despiertan nuestra fuerza interna y el anhelo de algún día encontrarnos en esa posición, lo cierto es, que la verdadera victoria muchas veces no se perfila en ese marco.

Ser valiente no significa dejar de sentir temor. Ser fuerte no anula la vulnerabilidad de nuestras emociones, ni la necesidad de llorar hasta que la nariz se nos ponga como Rodolfo, el reno, y los ojos como semáforos en rojo. 

Nuestro corazón puede estar confiado en Dios, al mismo tiempo que nuestras rodillas tiemblan, la voz se quebranta y el corazón quiere salir del pecho. La escritora, Joyce Meyer, lo armoniza de la siguiente manera: Valentía es el miedo que oró y decidió seguir adelante a pesar de todo. 


Es posible ser valiente, fuerte, vulnerable y sensible —todo al mismo tiempo.

 


David derrotó a Goliat consciente de que Dios era más fuerte que sus limitaciones humanas.

La mujer encontrada en adulterio, fue abrazada por la gracia de Dios en su momento más bajo.

María, a pesar de su pasado y de los comentarios denigrantes de sus críticos, experimentó verdadera libertada a los pies de Jesús. Aunque muchos pensaban que estaba haciendo el ridículo, la gloria de Dios marcaba un antes y un después en ella. En gratitud ungió los pies de Jesús con sus lágrimas y los secó con su pelo.


Existen dos tipos de victoria: la que todos ven y aplauden, y la que se logra internamente, en la privacidad de nuestro día a día a los pies de Jesús.

 


No tiene que dejar de dolernos para confirmar que Dios está obrando a nuestro favor. Es más, me atrevo a decir con certeza, que muchas veces duele más el proceso de recuperación, que la herida misma.

Amiga, cuanto te sientas en tu momento más bajo y pienses que Dios te ha dado la espalda, calla las voces en tu interior y presta un poquito de atención, escucharás la suave voz de Jesús recordándote que los milagros sí existen y que para él no hay nada imposible.

Pero él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad”. 
– 2 Corintios 12:9

¡Hay belleza en tu fragilidad!


Amor y gracia

Sandy