Nos maravillamos
en la belleza de la mariposa, pero rara vez admitimos los cambios por los
cuales tuvo que pasar para lograr tal belleza. – Maya Angelou
En cuestión de
vestidos de novia es prácticamente imposible encontrar a la primera el que
ajuste a la medida —súper normal probarse diez trajes, y cuando finalmente se
encuentra el ganador hay que alterarle hasta la etiqueta para que entalle a la
perfección. Un proceso agotador, pero a la vez fascinante y mágico.
En agricultura,
el sembrador se asegura de plantar la semilla en tierra fértil y espera
pacientemente el día de la cosecha. Así que fielmente riega el campo a la
expectativa de una siega próspera y abundante.
El plano
espiritual no es la excepción; existe un tiempo de espera que parte desde que
decidimos alinearnos con la verdad de las promesas de Dios hasta su
cumplimiento en nuestras vidas —una estación de transición, de cambios, de
metamorfosis— con sabor a desesperación, a desánimo, a Dios me ha olvidado y a
me quedé atorada en este desierto.
Respira profundo,
tómate un traguito de café y celebra el hecho de que no eres la única que te
has sentido así.
¡Sin transición
no hay transformación!
Confiar en Jesús es celebrar la promesa antes de que esta se haga realidad.
Es muy
importante diferenciar la manera de cómo me siento de lo que realmente está
sucediendo. Cuando mido lo que Dios está haciendo en mí de acuerdo a la
vulnerabilidad de mis sentimientos, corro en riesgo de quedarme atrapada en un
círculo vicioso de duda y conmiseración —¿Será que sí? ¿Será que no? ¿Será que
Dios está enojado conmigo? ¿Será que no hay esperanza para mí? Y veinte mil argumentos más llenos de temor e
inseguridad.
Me encanta como
lo dice Christine Caine, en su libro Unashamed: “Cada vez que estoy frente a una
nueva puerta— revelada para mí por la misericordia y la gracia de Dios— tengo
la opción de quedarme atascada o seguir en movimiento.”
Regularmente
creerle a Dios es caminar en vía contraria a nuestros sentimientos y
razonamientos. Por eso no debemos basar la efectividad de Sus promesas en nuestro
“yo-yo” emocional, sino en la verdad de que Él siempre cumple lo que promete,
independientemente de nuestras circunstancias, estado de ánimo y opiniones que
otros puedan tener de nuestra situación.
¡Dios siempre
tiene la última palabra!
El tiempo de espera no significa que Dios se ha olvidado de la promesa, sino que me está preparando para ella.
Los procesos de
transición son el gimnasio de nuestra fe, es el lugar donde recibimos
revelación fresca, donde somos plantadas en su gracia y regadas con el poder de
su amor.
Jesús no murió
en la cruz para que estés ansiosa, deprimida, temerosa, avergonzada y ahogada
en la duda. ¡No, y mil veces no! Jesús murió para darte una nueva oportunidad,
para vestirte de dignidad y fortaleza, para darte vida en abundancia, para que
en Él vivas cada día con propósito y significado. Así que límpiate esas
lágrimas y decide validar la opinión de Dios por encima de las demás voces que
compiten en tu cabeza.
¡Coopera con el
proceso!
Como la novia
que espera con maripositas traviesas en el estómago el día de lucir su atuendo,
así mismo espera el cumplimiento de las promesas de Dios en tu vida. Como el
agricultor que siembra su semilla con la seguridad de una siega próspera y
abundante, ¡FLORECE!
Puse en el Señor
toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la
fosa de la muerte, del lodo y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me
plantó en terreno firme. – Salmo 40:1-2
Amor y gracia,
Sandy