Nos maravillamos
en la belleza de la mariposa, pero rara vez admitimos los cambios por los que
tuvo que pasar para lograr tal belleza. – Maya Angelou
¡Sin transición
no hay transformación!
Existe un tiempo
de espera entre el momento que decidimos alinearnos en la dirección de las
promesas de Dios, y su cumplimiento en nuestras vidas. Algo así como una
estación de espera donde muchas veces sentimos que no está pasando nada, que
Dios se ha olvidado de nosotras y que nos quedamos literalmente atoradas en
medio de un callejón sin salida.
¡Tranquila! Respira
profundo, tómate un traguito de café y celebra el hecho de que no eres la única
que alguna vez se ha sentido así. ¡Bienvenida al gimnasio de la fe!
Cuando mido lo
que Dios está haciendo en mi de acuerdo con el vaivén de mis emociones, corro
el riego de quedarme atrapada en un círculo vicioso de duda, temor y conmiseración
—¿Será que sí? ¿Será que no? ¿Será que esta promesa aplica para personas tan
imperfecta como yo? ¿Será que Dios está enojado conmigo? — y veinte mil argumentos más forrados de
inseguridad.
El tiempo de espera no significa que Dios se ha olvidado de la promesa, sino que me está preparando para ella.
Los procesos de
transición son el gimnasio de nuestra fe. Es el lugar donde recibimos
revelación fresca, donde somos plantadas en su gracia y regadas con el poder de
su amor.
Amiga, Jesús no
murió en la cruz para que estés ansiosa, deprimida, temerosa, avergonzada y
ahogada en la duda. ¡No! Jesús murió para vestirte de dignidad, gracia y
justicia.
Así que límpiate
esas lágrimas y decide validar la opinión de Dios por encima de las demás que
compiten en tu cabeza.
Confiar en Dios es celebrar la promesa antes de que esta se haga realidad.
Como la novia
que espera con maripositas traviesas en el estómago el día de lucir su atuendo,
así mismo espera el cumplimiento de las promesas de Dios en tu vida.
Como el
agricultor que siembra su semilla con la seguridad de una siega próspera y
abundante, ¡florece!
En la
tranquilidad y en la confianza está su fortaleza. – Isaías 30:15
Amor y gracia,
Sandy