Jesús quiere que creas, vivas y celebres la opinión que él tiene de ti.
Te invito a pintar en el lienzo de tu imaginación la
siguiente escena:
Jesús sale a tu encuentro con una sonrisa luna nueva
en sus labios; la dulzura y el amor que irradia su mirada te envuelven en plenitud
y significado.
Son tantas las emociones lindas que danzan en tu
interior, que quisieras que el tiempo se detuviera para perderte en su mirada, para
disfrutar de la paz que solo su compañía ofrece.
Extiende sus brazos con un hermoso regalo. Te dice
con ternura: “Mira lo que tengo para ti, mi gracia. Es mi favor gratuito e inmerecido;
no hay nada que puedas hacer en tus propias fuerzas para ganarla o merecerla,
porque es un regalo. Lo único que tienes que hacer es recibirla con gratitud y
humildad”.
¿Qué haces? ¿Aceptas con la sencillez de un corazón
agradecido o tratas de recordarle tus faltas y desaciertos?
Con frecuencia, se nos hace muy difícil recibir el favor
inmerecido de Dios, porque creemos que es demasiado bueno para ser verdad; estamos acostumbradas a ganarnos las cosas con nuestro propio esfuerzo. Sin embargo,la
esencia de la gracia es que es gratuita e inmerecida, de lo contrario, deja de
ser gracia.
Se necesita humildad para recibir lo que sabes que no puedes ganar y fe para abrazar una gracia tan radical.
– Katherine Ruonala
El mismo Jesús que dibujó el poder de su amor a través de la historia de Las Cien Ovejas, hoy sale a tu encuentro para llevarte segura en sus brazos y recordarte que no importa que tan alejada te sientas de él, su gracia siempre será suficiente.
¡Déjate querer!
Yo creo que uno de los grandes obstáculos que nos
impide tomar posesión de este maravilloso regalo, es que hemos creído que
necesitamos permiso de nuestros sentimientos para creerle a Dios.
¿Cuántas veces hemos validado nuestros errores por
encima del perdón absoluto de Dios?
Yo siento que no lo merezco…
Yo siento que esa promesa no aplica a mi situación…
Yo siento que Dios está cansado de mí…
Yo siento que mis oraciones no son escuchadas, etcétera,
etcétera.
Amiga, no hay nada en la historia de tu vida que la Sangre
de Cristo no pueda redimir.
La gracia de Dios se recibe a través de la fe, y la
fe es creerle a Dios, principalmente cuando nuestro razonamiento navega en vía contraria
a su verdad.
¡Déjate querer! Su gracia es suficiente.
A medida que permites que su amor conquiste cada
rinconcito doloroso de tu mente y corazón, tus sentimientos también querrán bailar al
ritmo de su favor, de sus promesas, de la libertad que solo encontramos en
Jesús.
Recibir la gracia de Dios no es un evento de un día,
sino una decisión que debemos tomar diariamente. Refugiarnos en ella, descansar en ella, crecer a través de ella,
Tranquila. Él no te va a tratar como otros lo han
hecho. Jesús trata nuestras heridas con respeto y dignidad.
“y como es mediante la bondad de Dios, entonces no
es por medio de buenas acciones. Pues, en ese caso, la gracia de Dios no sería
lo que realmente es: gratuita e inmerecida”. – Romanos 11:6 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy