viernes, febrero 19, 2021

EL CAFECITO DE LA MAÑANA

 

Hablar con Dios es un privilegio, no una obligación.

 


Un nuevo día me saluda, nuevas bendiciones salen a mi encuentro.

Aún con mis sentidos en pijama abro mi corazón con gran expectativa y gratitud a las dulces sorpresas que has reservado para mí.

Me siento en el lugar de siempre; abrazo con mis dedos mi tacita de café; un bostezo se me escapa, dándole la bienvenida al primer sorbito de la mañana… simplemente delicioso.

Gracias Jesús por tu compañía, por la tranquilidad del momento, por el regalo del silencio.

No he articulado ni una sola palabra, sin embargo, mi corazón es un libro abierto ante ti. Conoces mis anhelos, mis luchas, mis sueños, mis miedos. Siempre buscas la manera de calmar mis ansiedades y premiarme con tu susurro de gracia y afirmación.

Me recuerdas lo mucho que me amas, el valor de tu compañía y la importancia de descansar en tu regazo.

No tengo la urgencia de presentarte mis peticiones. Prefiero disfrutar y perderme en la plenitud de tu presencia. Me añoñas como si fuera niña chiquita. Francamente, se siente muy bien —mi carga se aligera, mi fe gana terreno en los lugares confusos en mi interior.

Gracias Jesús. Eres tan bueno conmigo.

Entre sorbito y sorbito descanso en tu reposo. Aprecio la riqueza del momento; defiendo cada segundo de las distracciones que intentan asaltar mi atención. Este es mi momento de recargar las pilas.

Jesús, eres mi lugar secreto, mi refugio seguro, la fuente y la esencia de mi existir.

No me cambio por nada ni por nadie. Estoy en el lugar correcto de la historia, cerquita de ti, disfrutando la simpleza del momento. Cero apuros, cero estrés.

Gracias Jesús por tus hermosos detalles la flor que acaba de florecer en la jardinera, el olor a pasto recién cortado, los sonidos cotidianos de mi vecindario y por supuesto, mi cafecito de la mañana.


Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, Señor». – Salmo 27: 8 (NTV)


Amor y Gracia,


Sandy