La guerrera considera la oposición del enemigo como una señal de que va en la dirección correcta. – Lisa Bevere
Al final, el
amor y la fidelidad de Dios siempre nos hacen salir adelante.
Podemos marinar
nuestros pensamientos en esta gran verdad, aunque nuestras circunstancias estén
patas arriba y nos sintamos ¡blah!
Jesús entiende.
Él no es ajeno a nuestra humanidad, ni nos exige más de lo que podemos hacer.
Caminar en fe no
es negar nuestros sentimientos. Es creer que Dios está diciendo la verdad,
aunque nuestras emociones insistan en pintar el peor escenario.
¿Sientes que lo que
Dios te ha prometido parece ahogarse en el mar de hechos visibles? No te
rindas. Pedalea con la seguridad de que Dios siempre cumple sus promesas. Sus
planes superan los nuestros; para él no hay nada imposible.
¿Sientes que la
ansiedad consume tu esperanza? Amiga, no estás sola en este sentir. Hay
circunstancias que nos ponen a comer polvo, sin embargo, la bondad y la gracia
de Dios siempre nos llevan a puerto seguro… sigue pedaleando en fe, vas en la
dirección correcta.
En medio de este
dilema debemos tener presente que Dios nos ha dado la capacidad de elección, es
decir que no todo lo que vuela sobre mi cabeza está obligado a aterrizar en
ella, y no todo lo que siento debe dictar mis acciones.
Yo sé, no es tarea
fácil, pero Jesús ha prometido estar con nosotras y sostenernos en cada parte
del proceso. Cada pasito de fe cuenta, aunque sean pasitos imperfectos de fe.
Y precisamente en ese proceso de transición donde hemos decidido creerle a Dios por encima de la montaña rusa que experimentamos en nuestro interior, nos hace bien meditar, confesar y actuar en estas tres verdades:
- Dios es amor.
- Dios me ama.
- Su gracia es suficiente.
Debemos ser
receptivas a la provisión constante de su amor y su gracia, por encima de
nuestro estado de ánimo, ya que nuestros sentimientos siguen nuestros pasos de
fe.
¡A pedalear se
ha dicho! Reposadas en Jesús, seguras en sus promesas, conscientes de su favor.
Poco a poco…
paso a paso… un día a la vez.
Aquí no importa
la velocidad, sino la dirección.
“Con paciencia esperé que el Señor me ayudara, y él se fijó en mí y oyó mi clamor. Me sacó del foso de desesperación, del lodo y del fango. Puso mis pies sobre suelo firme y a medida que yo caminaba, me estabilizó”
– Salmo 40: 1-2 (NTV)
Amor y gracia.
Sandy