Y, es que detrás de la belleza de una mujer que ha sabido llevar con dignidad sus cicatrices, existen eventos que quisieron aplastarla, pero, sobre todo, una historia de gracia que transformó en belleza sus cenizas.
Porque hay heridas que finalmente cicatrizan y merecen nuestra gratitud, aunque solo tenga sentido para nosotras.
Por esas
lágrimas calientes que rodaron por tus mejillas y que solo tu almohada conoce.
Por los malos
consejos recibidos.
Por las críticas
destructivas.
Por las
amistades con abrazos falsos.
Por las noches
en soledad.
Por las rodillas
temblorosas.
Por tus
inseguridades.
Por tener la
valentía de saltar a los brazos de Jesús hecha pedazos.
Por su amor.
Por su gracia.
Por su
fidelidad.
Por vestirte de
alegría.
Por premiarte con nuevas
oportunidades.
Por la
realización de que ninguna lágrima derramada en su regazo pasa desapercibida.
Sonríe, porque
esa sonrisa te ha costado muchas noches en vela.
¡Celebra el
camino recorrido!
“Ciertamente tu
bondad y tu amor inagotable me seguirán todos los días de mi vida.”
– Salmo 23:6 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy