Jesús entiende tus sentimientos, así que, sé paciente contigo misma.
Caminar en fe no significa invalidar nuestros
sentimientos encontrados, sino tomar la valiente decisión de creerle a Dios,
aunque todo parezca estar en nuestra contra.
Cada vez que decidimos tomar posesión de lo que Dios
nos ha prometido, nuestros pensamientos parecen transformarse en una zona de guerra,
somos bombardeadas con todo tipo de argumentos que hacen todo lo posible por
perpetuar nuestra miseria y abortar nuestra semilla de fe.
No te desanimes ni pienses que vas en el camino
equivocado, al contrario, mientras más rápido hagas las paces con esta realidad,
sin juzgarte por sentirte como te sientes, más corta será su visita. Identifica
a esos pensamientos y a esas emociones por nombre —miedo, tristeza, ira,
vergüenza, ansiedad, etc., luego pregúntate si contradice lo que Dios dice
sobre ti en su Palabra y las promesas que él te ha dado como herencia.
Tenemos derecho de sentir, pero también tenemos el
deber de no dejarnos controlar por aquello que nos arruga el alma e impide nuestro
crecimiento. Un pensamiento sana otro pensamiento, una emoción sana otra
emoción. Poco a poco, un pasito de fe a la vez, honrando el proceso, cultivando
la empatía y el amor propio.
¿Cuál promesa ha sembrado Dios en tu corazón
específicamente para esta etapa de crecimiento? Recíbela con gratitud. Créela,
vístete de ella, pinta el lienzo de tu imaginación con su verdad.
No le prestes atención a la voz de la desesperanza.
Esa lucha interna es normal, se vale sentirse vulnerable. Recuerda: si Dios lo prometió,
no hay “pero” que valga, aunque presente evidencias lógicas. Si contradice su
promesa, está obligado a postrarse ante su soberanía.
Respira, descansa en Jesús.
“En la tranquilidad y en la confianza está su fortaleza”
-Isaías 30:15 (NTV)
Amor y Gracia,
Sandy