viernes, febrero 03, 2023

ME DEBO UNA DISCULPA

 

Procesa tus emociones en la presencia de Dios. Él entiende, no avergüenza.

 


 Para mi ser extenuado…

A veces soy muy dura conmigo misma. Sacrifico mi esencia en el altar de mis propias expectativas, exigiéndome más, mucho más de lo que puedo sostener.

¿A quién trato de impresionar? ¿Con quién pretendo quedar bien?

Cuelo una taza de café e invito estas dos preguntas a una charla honesta. Respiro. Le doy la bienvenida al silencio, y un nudo en la garanta me indica que toqué fondo —emocionalmente agotada, con un bullicio interno renuente al orden y a la calma.

“Discúlpame”, digo con voz temblorosa y entrecortada, me regalo dulcemente un abrazo, y entre lágrimas y palabras de afirmación recuerdo que, para poder amar a los demás desde la belleza de mi esencia, primero debo elegir amarme a mí misma desde la empatía y la compasión —honrando mis limites, respetando mi tiempo de descanso, celebrando el arte de ser yo misma, ignorando esas narrativas que me roban la paz.

Acepto la invitación del silencio. Escucho detenidamente el lamento de mis emociones. Las identifico por nombre, para entenderlas y relacionarme mejor con ellas.

Siento lo que siento, sin juzgarme. Con amor y respeto, como lo hago con mi mejor amiga. Me estoy conociendo. Estoy sanando, estoy creciendo.


Amor y gracia,

Sandy


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