Respeta tus ritmos. En el descanso florecen ideas, soluciones y nuevos comienzos.
Para mi corazoncito agotado:
A veces soy muy dura conmigo misma. Sacrifico mi esencia
en el altar de mis propias expectativas, exigiéndome más, mucho más de lo que
puedo sostener.
¿A quién trato de impresionar? ¿Con quién pretendo quedar
bien?
Cuelo una taza de café e invito a estas dos preguntas a una charla honesta. Respiro. Doy la bienvenida al silencio. Un nudo en mi garganta me indica que toqué fondo —emocionalmente exhausta, con un bullicio interno renuente al orden y a la calma—.
Dulces lágrimas de desahogo alivian mi carga interna. No
me disculpo ni intento tragarme los nuditos amargos, al contrario, les doy la
bienvenida con gratitud. Llorar me hace bien.
Con voz entrecortada me pido disculpas por poner mis
necesidades en último plano, por intentar ser ancla para los demás, por no protegerme
con la misma empatía y comprensión que ofrezo a otros.
Para poder amar
desde la belleza de mi esencia, primero debo elegir amarme, sí, amarme, sin
sentirme culpable ni egoísta. Escucharme sin juicios, validar mis emociones,
educar mi voz interior para que sea mi mejor aliada, silenciar las voces externas
que solo hacen ruido y no aportan nada.
En silencio, saboreando cada sorbito de café en calma, prometo
ser más paciente conmigo. Prometo amarme, llenar mi vaso primero, para así poder
amar a otros desde mi abundancia y no desde mis carencias.
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Amor y gracia,
Sandy