Amarte a ti
misma comienza en creer, vivir, abrazar y celebrar la opinión que Dios tiene de
ti.
¿Cuándo fue la
última vez que tuviste una conversación a corazón abierto contigo misma?
Muchas veces se
nos hace más fácil hablar con una amiga y buscar un consejo, pero rara vez
hacemos una cita con nosotras mismas para confrontar a la luz de la opinión de
Dios las heridas que llevamos en nuestro interior.
Obviamente, hay
tiempo de hablar con una amiga y desahogarnos; hay tiempo de vivir duelos
saludables y cerrar capítulos; hay tiempo de esperar con paciencia y buena actitud
mientras las aguas vuelven a su lugar, pero también hay un tiempo clave en la
vida de cada una de nosotras donde debemos secarnos las lágrimas, pararnos firmes
en la Palabra de Dios y silenciar todas las demás distracciones para así poder
escuchar Su voz de afirmación, de amor, de protección y de esperanza.
Nuestra arma más poderosa se encuentra en saber que somos amadas por Jesús y ser receptivas a su amor incondicional por nosotras.
Nuestra mente no
necesita mucho esfuerzo para distraerse con nuestros sentimientos y
estacionarse en la carretera de la negatividad con las cuatro gomas desinfladas.
En mi opinión, es el camino más transitado y la manera más fácil de enganchar
la toalla.
Pero en medio de
ese caos interno y ese lleva y trae de razonamientos, se cuela la dulce voz de
Jesús recordándote que eres Su hija y Él tu padre. Que Él te ama, te escucha,
te entiende, te restaura, te restituye, y transforma tu tristeza en
crecimiento, carácter y alegría.
¿No lo escuchas?
Si cambias de enfoque y anclas tu corazón en Su Palabra, verás un rostro sonriente,
unas manos extendidas y un derroche de aliento y esperanza especialmente para
ti:
¡Levántate
y resplandece, que tu luz ha llegado!
¡La gloria del Señor brilla sobre ti!
Así que no
temas, porque yo estoy contigo; no te angusties, porque yo soy tu Dios.
Convertiré
el valle de la Aflicción en una puerta de esperanza.
Mis heridas son ventanas donde fluye la gracia de Dios. Él promete darme belleza en lugar de cenizas y bendición en lugar de luto.
Amiga, cuando
finalmente recibes y aceptas tu posición como hija de Dios, no hay obstáculo,
oposición, ni circunstancia que pueda mantenerte estancada.
Recuerda, tus
sentimientos no te definen; tus circunstancias no te definen; la opinión de los
demás no te definen. La única persona autorizada para definirte es Dios, y Él
dice que vales mucho y que eres muy especial.
¡El fiel amor
del Señor nunca se acaba! Sus misericordias jamás terminan.
Grande es su
fidelidad; sus misericordias son nuevas cada mañana.
– Lamentaciones 3:22-23
Amor y Gracia,
Sandy