Miro atrás, sonrío,
y no tengo más remedio que decir: fuiste tú, Señor. Fuiste tú.
En esta hermosa
mañana de sábado tengo una cita… ¿cómo podría catalogarla?... no sé, quizás
inusual, pero lo cierto es, que tengo un pintoresco batido de emociones difícil
de procesar.
¿Se sentirá
feliz de verme? ¿Cuál será su reacción cuando vea mis patas de gallina y esas
bolitas de grasa que me salieron debajo de los ojos?
¡Ay, Dios mío! Estoy
con maripositas traviesas en el estómago.
Me conviene
tomarlo con calma. Necesito tener mis ideas claras.
A Ver, a ver, ¿qué
ropa me pongo? Por supuesto algo cómodo y casual —en eso seguimos siendo
igualitas —, y me encanta. Deja que le cuente que nunca
aprendí a caminar con tacones, y que el café y la lectura son como mi segunda
piel.
Bueno, llegó la
hora. Respiro profundo, me encomiendo a Dios, me suelto el pelo, dibujo una
sonrisa en mis labios, y con pasos chispeantes atravieso la puerta de mi
imaginación.
Mi corazón
palpita como una locomotora a medida que me acerco a mí misma cuando apenas
tenía veinte años —llena de sueños, inocencia y una gran necesidad de hacer las
cosas sin margen de error —.
No puedo
contener las lágrimas, corro a su encuentro y nos abrazamos como si ambas necesitábamos
la una de la otra. Simplemente mágico.
Acaricio las
pecas que siempre han adornado su nariz, y ella parece no importarle los hilos
de plata que la vida me ha regalado.
Siento el
impulso de contarle el desarrollo de su historia hasta donde yo la he vivido,
para evitarle los desvíos espinosos y oscuros, pero atrofiaría su crecimiento,
su fortaleza y su encuentro con la sabiduría. Le haría mucho daño.
Así que la tomo
entre mis brazos, le doy un beso y dejo vagar mi mente en los hermosos
recuerdos que su fragancia despierta en mí, no sin antes mimarla y sembrar las
siguientes verdades en el jardín de su inexperto y soñador corazón:
- No te preocupes tanto por lo que está fuera de tu control. Descansa en el amor y en la soberanía de Dios.
- No le des tanta importancia a la crítica destructiva, el problema no eres tú, sino lo que ellos cargan en sus corazones. Descansa en la aprobación de Dios.
- No caigas en la trampa de querer caerle bien a todo el mundo, puede que pierdas tu esencia en el intento. Descansa en saber que es permitido no caerle bien a algunas personas.
- No te alejes de Dios cuando tus malas decisiones te hagan sentir estancada. Corre a sus brazos, descansa en su perdón, recibe su gracia.
Un beso en la
frente marca mi despedida. Respiro profundo, abro mis ojos y regreso a mi
presente con una sonrisa dibujada en mis labios. Segura de que la gracia que me
sostuvo, me sostendrá en el resto del viaje.
“Oh Señor mi
Dios, has realizado muchas maravillas a nuestro favor. Son tantos tus planes
para nosotros que resulta imposible enumerarlos. No hay nadie como tú”. – Salmo
40:5 (NTV)
Amor y gracia,
Sandy