viernes, mayo 28, 2021

ALGO LINDO VIENE POR AHÍ



“Levántate, pequeño girasol… incluso en el caos, eres libre de florecer”.  -Morgan Harper Nichols

 

 

Jesús no vino a celebrar tu perfección, sino a amar los lugares rotos de tu corazón.

Aunque para ella era un sábado como cualquier otro, para Jesús era un día muy especial, un día de grandes sorpresas y celebración.

Con mucha dificultad se bañó, se vistió, y mirándose al espejo suspiró. Tibias lágrimas rodaron por sus mejillas y, aunque no dijo una sola palabra, la elocuencia de su corazón fue escuchada atentamente por su creador. Definitivamente no era un sábado como cualquier otro.

Sus heridas eran tan profundas, su dolor tan vergonzoso, sus cadenas tan pesadas, que aceptó su condena de caminar encorvada como el desenlace de su destino, al fin de cuentas, por dieciocho años esa ha sido su realidad.

Su anhelo de ser libre la llevó por caminos que agravaron más su condición, abortando cualquier rayito de esperanza que le permitiera soñar con un nuevo comienzo.

Ya sentada en la congregación, mirando al suelo, escuchaba las voces de aquellos que de frente se compadecían de ella, pero a su espalda la condenaban y criticaban.

Estaba emocionalmente gastada y espiritualmente a punto de darse por vencida.

Había escuchado hablar de Jesús, sabía que había algo diferente en él, pero estaba segura de que era casi imposible que la tomara cuenta en medio de tantas personas.  

Probablemente decía en sus adentros, “¡Cuánto me gustaría ser libre de mi aflicción!”

¿Habrá algo imposible para Dios? Lo que para muchos era una reunión más, para Jesús era una cita divina. Él había orquestado todo para vestirla de justicia, honra y dignidad.

Contra toda incredulidad, expectativa y protocolo, Jesús hizo cuatro cosas que dejaron a sus mayores críticos echando chispas, y a esta mujer, bailando de alegría:


  • Jesús la vio. Conocía perfectamente el gemido secreto de su corazón.

  • Jesús la llamó. Tenía un mensaje personal para ella.

  • Jesús le habló. Tenía un milagro con su nombre debajo de su manga soberana.

  • Jesús la tocó, y le dijo: Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad”


¡Y en ese mismo instante la mujer se enderezó y comenzó a alabar a Dios!

En ese mismo instante…

Cual girasol en las manos de Jesús se dejó abrazar por el amor en su mirada; a la luz de su gracia —favor gratuito e inmerecido de Dios— encontró  libertad y un nuevo comienzo.

¿Qué te arruga el alma?

¿Qué te roba la paz y borra la sonrisa de tu corazón?

Amiga, no eres invisible para Jesús. Tus heridas son terreno fértil donde florece su gracia.

Algo lindo viene por ahí para ti…

“Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad” - Lucas 13:12 (NTV)

Amor y Gracia,

Sandy