Existe una voz superior, un suave susurro que acaricia tu alma y te invita al descanso.
Te pide un latte
grande para alargar la plática y disfrutar de tu compañía. Acompaña tu café con
pan recién horneado, aprovechas la oportunidad para preguntarle cómo pudo
alimentar a miles con solo cinco panecillos. Jesús te regala una sonrisa, y
mientras le pone mantequilla a tu pan te recuerda que, la insuficiencia del ser
humano rendida en confianza y gratitud activa la sobreabundancia que fluye de
su amor incondicional.
Suspiras. No
hacen falta palabras. Te brinda una perspectiva superior, te embiste de
plenitud, tu alma sonríe.
Tomas un sorbo
de café, contemplas su mirada. No articulas palabra alguna, sin embargo, la
elocuencia de tu corazón es escuchada. La calma te da los buenos días, te
cobija con su paz.
En la quietud
del momento, ahí, en la riqueza del silencio, en la placidez de su presencia,
el propósito de tu vida es revelado. La gratitud invade tu alma,
lágrimas de gozo embellecen tu rostro
Jesús, con su
toque amoroso, limpia tus mejillas mientras susurra con ternura lo valiosa y
amada que eres. Toma tus manos entre las suyas, te invita a estar siempre en la
disposición de reposar tu corazón en la seguridad de su amor incondicional y en
su gracia inmerecida.
Entre sorbitos y
sorbitos quisieras detener el tiempo.
Sandy